Historias que marcan el inicio de la Navidad
Podemos decir que ya viene la Navidad cuando empiezan a aparecer los anuncios de juguetes de los niños por todas partes, los anuncios de perfumes… pero en España tenemos un extra: los anuncios de la Lotería de Navidad. Estos anuncios emotivos, llenos de historia y espíritu navideño de generosidad y altruismo, son para muchos españoles el inicio de la época navideña.
Son pequeñas historias que, año tras año, se convierten en parte de la conversación y del ambiente del país. Y por cómo están construidas, no solo anuncian un producto, sino que marcan el comienzo de una tradición que se vive colectivamente.
Aprovechar la época más emocional del año
La Lotería entendió muy bien que la Navidad es un momento sensible para la mayoría de las personas. Con estos anuncios logró sacar provecho de la época que, para muchos, es la más emocional y generosa del año. Es el momento en que las personas se sienten más inclinadas a ayudar al prójimo y cuando las familias se juntan después de mucho tiempo. Pero también es una etapa en la que se nota más la ausencia de seres queridos o la soledad de quienes no tienen a alguien cerca.
Con toda esta mezcla de sentimientos, la Lotería se hizo parte de esta tradición melancólica en España, convirtiéndose casi en un ritual emocional que acompaña al público cada diciembre.
En resumen, supieron ver y aprovechar el tono emocional de la Navidad para integrarse de forma natural en ella.
Insights navideños y educación al cliente
Partiendo de esos sentimientos, la marca trabajó sobre los insights más fuertes de la Navidad: la nostalgia, la unión familiar, la generosidad, el recuerdo de quienes ya no están y la ilusión de compartir algo con alguien. Y conociendo estos insights, cada año lanzan un anuncio que recuerda a los españoles que deben comprar un décimo para compartirlo con alguien.
Además, estos anuncios también funcionan como una manera de educar al cliente. Siempre aparece alguna tienda de la compañía y, en muchos anuncios, se dice o se da a entender el precio del décimo. De alguna forma, explican al cliente para qué es el décimo: no es para ganar el premio, sino para compartirlo con un ser querido.
En definitiva, el mensaje siempre vuelve a lo mismo: el décimo es un gesto, un símbolo, no un billete hacia la riqueza.
Reputación y resignificación del producto
Este trabajo emocional y constante no solo construye historias bonitas, sino que crea reputación. Ayuda a transformar la percepción de la marca: pasa de tener un trasfondo que podría considerarse negativo a algo con un significado totalmente opuesto. Con estos anuncios cambiaron el porqué se compran los décimos y para qué sirven en verdad.
Así, lograron llegar a personas que durante el año no son su público objetivo, porque ya no se trata solo de ganar algo material, sino de dar un regalo, mantener una tradición en la empresa o en la familia, o tener un gesto con alguien que puede que no tenga a nadie más.
Todo esto acaba asociando la empresa con emociones que realmente mueven a las personas: nostalgia, melancolía, felicidad, valores familiares y, al final, un mensaje de esperanza.
En conjunto, esta estrategia consigue suavizar la percepción del producto y reforzar una identidad emocional mucho más positiva.
Humanización de la marca
La humanización es uno de los pilares de estas campañas. Los personajes que aparecen son personas con las que convivimos en el día a día: podrían ser nuestra vecina, madre, padre, amigo, hijo, nieta… y esta cercanía hace que la marca se sienta próxima. Nos identificamos con las historias y humanizamos la marca casi sin darnos cuenta.
Uno de los puntos fuertes es que esta humanización no se siente fabricada ni superficial. No es la empresa quien cuenta la historia de alguien, sino que les da la plataforma para que esas mismas personas lo hagan. Así es como se consigue que la marca parezca real y que el consumidor se sienta parte de una comunidad y no solo un número. Chiyana Simoes explica muy bien este enfoque en su artículo sobre marcas humanistas.
Además, con el tiempo la marca supo adaptarse a las historias que necesitaban ser contadas en ese momento, siendo capaz de tocar diferentes temas, lo que muestra adaptación e innovación. Siempre desde la misma esencia, pero escuchando lo que estaba pasando en la sociedad.
Al final, esta humanización convierte a la Lotería en algo más que un juego: en un espacio donde las historias de la gente común tienen valor.
Estructura narrativa y elementos emocionales
Otra razón por la que estos anuncios funcionan tan bien es que todos siguen una estructura muy clara y muy efectiva:
- Inicio cotidiano (que nos hace identificar con la historia)
- Conflicto humano (que refuerza la idea de que son como nosotros)
- Gesto de generosidad (donde aparece el décimo como símbolo)
- Clímax emocional (que nos conecta con esa melancolía y honestidad)
- Mensaje final (siempre sobre compartir)
A esto se le suman los elementos visuales y musicales, que refuerzan muchísimo el tono emocional.Los colores cálidos, después de un inicio más oscuro, nos llevan directamente al ambiente de Navidad. La música instrumental guía la narrativa: cuando llega el gesto de generosidad, la música se detiene o baja para marcar el momento vulnerable; y cuando llega el clímax emocional, vuelve con fuerza para cerrar la historia.
Todo contribuye a que el espectador no solo vea un anuncio, sino que sienta algo.
Conclusión: un storytelling que redefine un producto
En conclusión, con un solo anuncio bien hecho al año la marca pudo resignificar su producto por completo, dándole un enfoque muy diferente de lo que se esperaría de este tipo de productos. Así pueden llegar a más público, porque, aparte de cambiar el significado, también se posicionaron como parte de la tradición navideña española.
Es tradición regalar décimos en Navidad, y no porque puedas ganar, sino porque es una manera de compartir amor, ser generoso y estar juntos. Eso es lo que la marca quiere decir sobre su producto.
Podemos decir que es un buen ejemplo de un storytelling potente y un marketing coherente, capaz de transformar algo tan simple como un décimo en un símbolo emocional de la Navidad.