La modularidad es un método, un principio estructural, de gestión de la complejidad del sistema que implica dividir sistemas grandes en múltiples sistemas independientes más pequeños.

Este principio implica identificar grupos funcionales de similitud en los sistemas y luego transformar los grupos en sistemas autónomos interdependientes, a lo que llamamos módulos. Por ejemplo, puedes incrementar la memoria de tu ordenador - sin tener que comprar uno nuevo - gracias al diseño modular.

La opción de mejorar un sistema de manera fácil y económica sin el requisito de hacerlo le da a los diseños modulares una ventaja intrínseca sobre los diseños no modulares.

Descentralización de la arquitectura del sistema

Los módulos deben diseñarse para ocultar su complejidad interna e interactuar con otros módulos a través de interfaces simples. La idea es reducir de forma general la complejidad del sistema y obtener una descentralización de la arquitectura del sistema. ¿Qué ganas con ello? Confiabilidad, flexibilidad y mejor capacidad de mantenimiento. Pero no solo eso, un diseño modular fomenta la innovación.

Con beneficios, pero con costes

Sin embargo, los beneficios del diseño modular no están exentos de costes, pues son significativamente más complejos de diseñar que los sistemas no modulares. Por este motivo, los diseñadores deben tener un conocimiento significativo del funcionamiento interno de un sistema y su entorno para descomponer los sistemas en módulos y hacer que estos funcionen como un todo.

Conclusión

Como diseñador, deberías considerar la modularidad al diseñar sistemas complejos. Podrías identificar grupos funcionales de similitud en los sistemas y definir claramente sus relaciones con otros elementos del sistema. No deberías intentar diseños modulares complejos sin diseñadores experimentados y un conocimiento profundo del sistema.

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